18 nov 2008

El Misterio del Agua - 1ra Parte


"El agua de mar de mis células reacciona recordándome que soy mar"
(Jacques Cousteau).
Es el único líquido que al congelarse pierde peso. Si la dejamos fluir libremente en un plano inclinado, por liso que sea, seguirá un curso serpenteante, con un enigmático diseño en espiral. Algunos científicos han aventurado incluso la hipótesis de que acaso pueda registrar en su estructura toda la memoria de la vida sobre la Tierra. Hablamos del agua de cada día, cuyos secretos intrigan a los investigadores.
Apenas un 3% del agua presente en nuestro planeta es potable y, de ésta, el 90% se encuentra en forma sólida en los casquetes polares, u oculta en las entrañas de la tierra. A pesar de tratarse de algo tan cotidiano como vital, este elemento es uno de los más desconocidos y uno de los grandes enigmas de la ciencia. Los investigadores reconocen que la denominación de H2O, es, en realidad, una "licencia científica". Toda la vida, en efecto, no es sino agua organizada y el ser humano, desposeído del agua, se reduce a unos pocos kilogramos de sales minerales. Como todos los seres estamos hechos de agua, ésta nos conecta con nuestro pasado, con todos los procesos de creación y con el secreto mismo de la vida en el Universo. En palabras del célebre biólogo Claude Bernard: "Cuando el hombre salió del mar, se llevó el océano consigo".
Algunos científicos modernos sostienen que los ritmos y los ritos de la Naturaleza, que siguen eternamente el ciclo del agua, lejos de constituir un proceso mecánico, forman parte de un superorganismo viviente, que los antiguos griegos llamaron Gea,entre otros nombre de divinidades. Hoy hablamos de Gaia, en el claustro acuático de esta Madre Tierra vivimos. Más aún: nosotros, como todos los mamíferos, nos desarrollamos, en el período de gestación, sumergidos en un microcosmos acuático, salado y cálido. Y durante el resto de nuestra vida sentiremos una atracción irresistible por el agua, que nos vincula con nuestro origen por partida doble, individualmente y como especie. En todo caso, tanta familiaridad con este elemento ha hecho que la mayoría de las personas no hayan reparado en su extraña singularidad y en los misterios que nos plantea.
Ochocientas veces más densa que el aire, el agua es la única sustancia que, al congelarse, pierde peso. Si fuera al contrario, las aguas marinas se solidificarían y derivarían hacia el fondo, destruyendo la vida. Por el contrario, al permanecer en la superficie, protege la vida del océano, lo que ha permitido una favorable evolución de los organismos vivos. A su vez, este hecho repercute directamente sobre la climatología del planeta y genera una verdadera respiración de la Tierra. El agua, como disolvente universal, posee energía suficiente como para disgregar las rocas más duras y, durante millones de años, ha configurado la orografía de los continentes. Semejante a un gigantesco sistema circulatorio, los ríos, lagos y océanos, sirven como canales constantes de energía, suavizando los contornos y pulverizando lo sólido. En su búsqueda del océano, los ríos transportan materias nutrientes en forma de sedimentos, que se depositan en las orillas, siempre en forma serpenteante; si lo hicieran en línea recta, destruirían a su paso los territorios de su tránsito.
Las experiencias a nivel de laboratorio han demostrado que si se la deja fluir libremente en un plano inclinado, busca siempre modelos dinámicos en espiral, oscilando y girando de forma totalmente imprevisible. Algunos científicos han llegado a pensar que actúa según patrones propios e incluso inteligentes.
Por otra parte, la estructura molecular del agua puede modificarse actuando sobre su temperatura, presión o radiaciones electromagnéticas. Se sabe ahora que no existe una sola forma de agua, sino infinitas variaciones o, tal vez, adaptaciones. Pero mucho antes de que la ciencia moderna hubiera descubierto estas peculiaridades, ya las culturas chamánicas afirmaron que el agua era un ser vivo y que era preciso comportarse con ella con el mayor respeto.
Estamos aun muy lejos de comprender la naturaleza misteriosa del agua. El investigador Víctor Schauberger (1885-1958), fascinado también por las formas que adoptaba en su eterno fluir a través de los bosques austríacos, llegó a creer que era un gran error bombear el agua mediante pistones y bombas metálicos, ya que éstos, de alguna forma, "rompían" el agua. Diseñó para evitarlo una bomba de movimiento cilíndrico hiperbólico, cuya finalidad era permitir que mantuviera sus ritmos y estructura naturales, reproduciendo patrones de fluidez en espiral e imitando su movimiento natural.
Rudolf Steniner (1861-1925), célebre creador de la Antroposofía, concedía también una extrema importancia al agua, aplicando sus esquemas fluídicos y energéticos a la agricultura, la medicina, e incluso al lenguaje y a la expresión corporal. Leonardo da Vinci sintió durante toda su vida una fascinación casi obsesiva por el líquido elemento. El eterno movimiento del agua es una constante en su obra, particularmente en sus últimas creaciones. También los manuscritos de Windsor muestran una infinidad de apuntes, bocetos y experimentos suyos relacionados con el agua.
El escultor inglés John Wilkes, inspirándose en similares observaciones, comenzó en los años setenta a crear fuentes en forma de ocho, que indujeran un movimiento rítmico del agua. Sus esculturas acuáticas, además de ser bellísimas obras de arte, tienen como objetivo reproducir y vivificar la misma danza vital que sigue en la Naturaleza, devolviéndole, además, su condición de "agua viva".
Continuará...

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